domingo, 29 de abril de 2012

Un descanso en MYKONOS


Esto de comprar vuelos low cost (o de bajo costo) puede ser un arma de doble filo. En nuestro caso, compramos un vuelo París-Atenas-Mikonos. Con la mala suerte que llegaba a Atenas a las 2 de la mañana, y ese segundo avión que nos tomaríamos a las 7 lo reprogramaron para las 5 de la tarde, sin posibilidades de cambiarlo o de devolvernos el dinero. Malas noticias, no solamente dormiríamos en el aeropuerto, sino que tendríamos que correr todo el cronograma un día, desaprovechando un día entero en Atenas.
Llegamos puntualmente al semidesértico aeropuerto de Atenas y buscamos un rincón para dormir en unos asientos. Estábamos tan cansados de la noche anterior (esa maldita gotera parisina) y sin dormir en este vuelo, que seguramente caeríamos rendidos por unas horas. Si no fuera por ese alto parlante con anuncios constantes incomprensibles, que se repiten y repiten en forma intermitente, no sé para quién, porque casi nadie circulaba. Y la música tan fuerte, de nuevo, para quién. Así que dormir fue casi imposible. En los asientos de al lado, había una vieja durmiendo desde antes que nosotros, que jamás cambió de posición ni levantó la cabeza ni siquiera para ver qué hora sería. Y nos fuimos, y seguía durmiendo. Hoy me pregunto si estaría viva. Se ve que ese día estaba tan cansada que ni  me importó dormir al lado de un cadáver.
Acostumbrados a no desperdiciar las horas, dejamos la valija de mano en consigna (nuestro equipaje iba directo a Mykonos, qué miedo), averiguamos cómo tomar el subte hacia la Acrópolis, y previo café con leche, partimos hacia la antigua Grecia. Por suerte todos hablan inglés. Por suerte nosotros hablamos inglés, porque el griego es imposible. Ni siquiera se puede leer un cartel! El subte también es bilingüe, y anuncia las estaciones. De repente nos damos cuenta que el alto parlante, durante toda la noche taladrando nuestro inconsciente, nos impregnó una palabra: Parakalov, que significa por favor. Pregunté cómo se dice “gracias”, pero no me sale.
Elija su propia aventura: si desea conocer nuestra experiencia en Atenas, diríjase al próximo post. Si desea conocer los placeres de Mykonos, lea a continuación.
Continúo comentando que volvimos hacia el subte para seguir germinando en el aeropuerto de Atenas, que de todos los aeropuertos que conocimos, es el único que ofrece wifi gratis. Aleluya.
Por fin abordamos nuestra avioneta, porque no entraba en la categoría de avión. Faltaba Guilligan. Era un avioncito a hélice, que nos trasladó hasta el aeropuerto de Mykonos en 25 minutos. Esperar 12 hs para esto por favor!! Me decían e iba nadando! Allí nos recoge un transfer con un cartelito “Paradise Beach Camping”. Primera vez que me van a buscar con un cartelito, qué emoción. Este es un camping con cabañitas, búngalos, de todo. Recién está empezando la temporada, así que no se hospeda casi nadie, hasta el último día, que empieza a llegar más gente. Parece que esto en verano explota. Fiesta fiesta me dijeron. Yo de fiesta no sé nada, lo único que necesitaba era un baño, comida, y dormir. Al otro día estábamos renovados. Por fin sol, cielo despejado, y calor. Por fin pudieron amputarme la campera y las zapatillas, que todavía están mojadas de tanta lluvia. Por fin el oscio y el relax se avecinan. Y el desayuno en la playa mirando el mar. Vacaciones!!
Myconos es el paraíso gay por excelencia. Y que los hay, los hay. Y aunque es temporada baja, también está el típico grupito de pendejos yanquis, que a los gritos, destapan cervezas y se zambullen el el mar congelado, también a los gritos. Las chicas hacen topless, pero no cualquier chica, sólo las que están buenas. Hay brasileros, hay gallegos, y montones de argentinos. Pero a ninguno lo vi tomando mate, porque justo en Mykonos, nos tomamos el último culito de yerba, y también nos enteramos en Bs.As. tampoco hay. Qué paradoja. Igual le entramos al café, parece que acá es muy típico el café expresso frío porque todos lo toman, como nosotros al tereré.
Un rato de playa y Damián ya se aburre. Tarde me di cuenta que podría haberle enchufado un benadryl en el desayuno. Pero preferimos tomar el último colectivo de la tarde que va hasta el pueblo. Hermoso! Todas las casitas conservan el estilo, blancas y con marcos y barandas celestes. Callecitas irregulares, negocios, bares que se ponen hermosos al atardecer, y lugares para degustar todo tipo de comidas y frutos de mar (puaj). Hay un lugar típico que llaman “la pequeña Venecia”. Si ve las fotos, no hace falta explicar por qué. Frente a este lugar se ven los mejores atardeceres del mundo. No sé cómo serán en todo el mundo, pero éste fue deslumbrante. Caído el sol, buscamos un lugar de comidas típicas y precios relativamente accesibles para cena. Recomiendo la Musaka, que es como un pastel de papa, pero nada que ver, porque tiene berenjenas, carne de cordero, y bechamel. También probamos gyros, que son como fajitas pero la masa es distinta. A todo le ponen ese tzatziki, que es como un yogur, o queso blanco,no sé, pero no nos fascinó. Y también le dimos a un postre, que es como un budín de pan, con canela…mmmm! El salchipapas que cenamos otro día no parecía muy típico del lugar, pero estaba buenísimo. Una curiosidad: hay gatos por todos lados.
Sigue llegando gente para empezar la temporada de verano. Ya nos sacamos la humedad, tomamos solcito y reposamos dos días. Es hora de tomar nuestro ferry que nos llevará a pasar nuestras últimas horas en Atenas. De noche ya sueño con el trabajo, la familia y los amigos, señal de que me estoy conectando con lo que viene.



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