domingo, 15 de abril de 2012

Un día de paseo por FLORENCIA

Muy tempranito, después de casi 2 hs de viaje en un tren a 200 km. por hora siamo arrivati a Firenze (Florencia). Por suerte es una ciudad muy pequeña, como para recorrerla en un solo día, sin entrar a los museos, porque eso nos llevaría mucho más tiempo. El bagaje cultural de Florencia es impresionante: Tenían a Dante Alighieri (el que escribió La Divina Comedia), está El David (esa escultura de 5 metros que retrata al detalle la anatomía de un flaco musculoso) y miles de cosas más, que si me dan un ratito abro un libro y se las comento…
Suerte que el hotel está cerca de la estación, porque esa valijita con rueditas está llena de libros que ya los quiero prender fuego. Nos recibe amablemente Nadia, la recepcionista, bien  tana, quien nos da la bienvenida: “oh argentinos! Muchos argentinos vinieron!, per ché??”…No sep. No da hablar de política a las 8 de la mañana, en italiano. Nos da un mapa, nos indica un perfecto recorrido de la ciudad, y nos recomienda como todo el mundo, ver el atardecer en un punto panorámico de la ciudad donde todo se ve perfecto. Una vez más, revoleamos el equipaje y salimos.
Caminamos dos cuadras más y estamos en el Duomo, una catedral majestuosa, imponente, del 1500 más o menos. Al lado el Campanilli y el Baptisterio, con similar arquitectura. Hicimos la cola para entrar, detrás de uno de los miles de contingentes de orientales que abundan. Por Dios, son millones! Y todos van de vacaciones a los lugares donde estamos nosotros. Nadia nos había advertido que por dentro, el Duomo, no valía la pena, que le pusieron todo afuera, y era verdad, adentro es bastante pedorro. Seguimos caminando y por supuesto, tuvimos que pasar por uno de los tantos mercados, y para nuestra sorpresa, parece que Florencia se caracteriza por la fabricación de artículos de cuero. Vieran ustedes señoras las carteras que venden por todos lados!! Esos colores, esos diseños! Yo, que no soy compradora compulsiva, casi no puedo resistirme a la tentación, pero de repente recuerdo lo que pesa mi mochila, y que ya no queda espacio,  vuelvo a mi eje  y vamos a comprar fruta para el almuerzo. Fruta, por fin algo de fibra que contacta mi intestino! Después de tantos días de comer hidratos, la fruta es un cuerpo extraño en mi organismo. En el mercado también venden un montón de especias y aceites saborizados. Además pastas de todo tipo y color. Me quiero comprar todo, hoy no sé qué me pasa. Pero Dami sigue apurado, así que agilizo el paso para que Florencia quepa todo en un día.
Esta ciudad es hermosísima! Pero todavía no entiendo por qué la gente y los autos van por el mismo lado. Hay calles donde no hay veredas, no sé por dónde caminar, y al resto de los turistas parece no importarles eso, total caminan mirando para arriba disfrutando de la arquitectura y los colores. Los automovilistas ni te pisan ni te putean. Al igual que en el resto de los lugares, manejan sus Smart, que parecen kartings pero son carísimos. Son tan chiquitos y cuadrados, que si no los pueden estacionar, los meten de trompa. Qué feliz sería con uno de esos para hacer los domicilios de Osde!!
Este lugar está lleno de Iglesias, siguiendo con la línea de hacer más iglesias que personas. Pero además, está repleto de galerías, de esculturas y de plazas. Aclaración para el lector rioplatense: Plaza es un espacio, como serían nuestras plazas, pero sin pasto ni árboles. Si tiene pasto y árboles, es un parque. Estas plazas son de cemento (o similar), tienen fuentes,  o banquitos para sentarse, y esculturas. Y también tienen de esas personas que hacen de cuenta que son esculturas, pero no te confundís, porque las esculturas de verdad no te piden plata.
Mientras caminamos, Damián, que sabe mucho de historia, me habla y me cuenta sobre los romanos, los Medicee, Galileo, Miguel Ángel, y todos esos tipos a los que debería haberles prestado atención cuando estudiaba. Ah eso! Hay un  montonazo de tours con niños y adolescentes de otros países de Europa, que pareciera que vienen a estudiar. Los odio profundamente porque están en todas partes y son insoportables, y los envidio sanamente, aunque creo que de alguna manera ni se imaginan lo privilegiados que son por poder estudiar historia, y ver los lugares sobre los cuales están estudiando. Como decía, mientras Dami me refresca la memoria, yo voy mirando de reojo esas heladerías tremendas que hay en Italia, el mejor lugar del mundo para comer helado. Y por supuesto, las trattorías, donde esta noche comeremos alguna pasta.
También tuvimos que pasar por la casa de Dante Alighieri, de camino al famosísimo Ponte Vecchio, donde todos se agolpan para sacarse fotos. Parece una pavada, pero acá, sacarse una foto sin gente alrededor, es todo un arte. Hay que esperar el momento exacto de distracción, de que no se meta algún japonés adelante, de que no pase un bondi por delante del palacio o lo que sea que se estuviera fotografiando. Sacar una buena foto es toda una hazaña, no vayan a creerse que es andar disparando la cámara por ahí. Confieso que en la mochila, hasta llevo un trípode plegable que es parte del kit del viajante.
Decía que el Ponte Vecchio es pintoresco. Pero no solamente por fuera, sino que cuando uno lo cruza, ve que allí están todas las joyerías, y en consecuencia, los policías. Hay dos tipos de policías acá, los carabinieri, que tienen un uniforme muy lindo (y a un par le eché el ojo), que tienen poder de policía pero me parece que son….como los gendarmes ahora, que también andan por la calle, se entiende? Y bueno, también están los policías comunes, que tienen un uniforme con un casquito horrible, y hay muchas mujeres.
Después de cruzar el Ponte Vecchio y sacarnos unas fotos de enamorados tortolitos que verán publicadas (y que Dami las odia) empezamos a subir al punto panorámico para ver el atardecer. Sería todo perfecto si  no fuera por dos detalles. Uno: como siempre, llegamos temprano a todos lados. Mi planteo era que si queríamos ver el atardecer, por qué estábamos subiendo a las 4 de la tarde. Sin respuesta adecuada para publicar en este blog. Dos: estaba muy pero muy nublado, por ende, no sólo que no veríamos el atardecer, sino que nos estábamos muriendo de frío. Contemplamos la vista, que es emocionante e indescriptible, y como siempre en estos casos, empiezo  a hacerme preguntas innecesarias: por qué no me dedico a otra cosa? Por qué no dejo la medicina y me conecto con el turismo, la naturaleza, el gozo y el disfrute? Por qué no habremos conseguido más agua caliente para el mate que esta se terminó rápido? Listo, volvemos a la realidad (que en mi caso es bastante paradisíaca por estos días) y ya que no veremos el atardecer, seguimos paseando otro rato antes de cenar.
Bajamos del punto panorámico y yo ya estoy rengueando por culpa de esta ampolla que tengo hace varios días. Otro mercado con puestitos! Con lo que los odia Damián! A mí me encantan, pero todos tienen los mismos souvenirs: imanes para la heladera, figuras made in china, remeras con la bandera del país, o del equipo de fútbol local (en este caso, la fiorentina, que es lindo porque es violeta, y tiene una flor de lis, mi favorita!).El desafío es conseguir el más barato, aunque uno no lo quiera comprar. Y en ese mercado, hay una estatua de bronce de un chancho, al que hay que tocarle la trompa para tener buena suerte. Imagínense la cantidad de gente que hay para tocarlo, por eso yo seguiré acarreando mi mufa, a menos que la suerte de Dami que lo tocó se me contagie. En otra calle, también hay negocios de ropa muy cara, de marcas muy reconocidas, como en toda Italia.
Bueno, hora de cenar. Basta con esta farsa de comer fruta. Nos sentamos en un restaurante de esos que tienen un menú barato y por fin comemos comida! Una copita de vino para descansar mejor. Mañana el despertador suena a las 6 porque el tren a ROMA nos espera!

No hay comentarios:

Print Friendly and PDFPrintPrint Friendly and PDFPDF